Karl Marx es, como saben, el padre – junto a Engels del marxismo –. Es fundamentalmente, de esa dupla creadora, el intelectual económico (amén de otras cualidades). Suyo es el libro Das Kapital (El Capital), obra culmen del marxismo y el análisis pormenorizado y mas perfecto, a su misma vez, del capitalismo. Contra este insulto (el que un marxista - ¡el Marxista! – escribiese la obra culmen del capitalismo), se han conjurado a lo largo del tiempo varios cientos de economistas, divulgadores, analistas… intentando decir, sin acierto, que Marx esta y estuvo equivocado.
Sus argumentos se suelen condensar en dos. De un lado, el conocimiento perfecto del mercado que Marx atribuía – como Adam Smith – a los empresarios; y del otro, un supuesto olvido sobre la, al parecer evidente, escasez de recursos. Comentemos brevemente ambas.Cuando a Marx se le critica por el “error” sobre el conocimiento del mercado, se le convierte, inmediatamente, en un autor de economía de la empresa. Se le remueve de su puesto de economista político para malmeterlo en la desagradable disciplina que estudia el funcionamiento de la empresa. Marx, no explicaba cuales debían ser las actitudes del empresario y sus capacidades; Marx simplemente hablaba de cómo el dinero se transformaba en capital y de cómo este solo se utiliza, por medio de los empresarios, para aumentar el capital. Marx no describe el deber ser de los empresarios, Marx describe el ser de los empresarios. Es decir, que Marx no se mete en si los empresarios tienen un conocimiento perfecto del mercado o no; o incluso en si el capitalista debe ser diferenciado del empresario – esa es una cuestión trivial –. La raíz y el fundamento de Marx van mucho más allá. La raíz y el fundamento de Marx es, sin más, el carácter de dominación y alienación del capitalismo a través de las actividades bien de los capitalistas, bien de los empresarios.
Sin embargo, y a pesar de la importancia de la supuesta “teoría del empresario” de Marx, produce mucho mas quemazón la infantil critica a Marx sobre el “descuido” que en su obra tiene con la escasez de recursos. Y esta crítica se fundamenta en la frase de Marx – y del comunismo entero –: “¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”. Esta frase que tanto miedo da, es interpretada por los infantiles economistas como un llamado a la Tierra para que de sus adentros provea a los humanos de recursos ilimitados. Solo a aquellos que adoran dioses en forma de “Manos Invisibles” y de “Autorregulación de los Mercados” se les podría ocurrir la desfachatez de convertir a Marx en un adorador de la Madre Gea y en un ignorante de la situación general de los recursos. Cuando Marx habla de “a cada cual según sus necesidades”, no cabe la menor duda de que se refiere a que, una vez desaparecido el sistema de explotación del hombre por el hombre y de la diferenciación entre trabajo manual e intelectual – amen de la consecuente conciencia humana, lógica en el comunismo –, de entre los recursos existentes no existe motivo alguno para diferenciar entre hombres, pues todos los hombres independientemente de sus capacidades concretas poseen por si – repito, en la fase más elevada comunista – la potestad de conseguir aquello que cualquier otro hombre pueda poseer. Es decir, que cuando Marx se refiere a “a cada cual según sus necesidades” no habla del reparto, sin planificación y equitativo de Todo para Todos, sino que se refiere al reparto planificado de entre lo que hay, lo que cada uno – plenamente consciente de su papel como persona en sociedad– necesite.
Por tanto, es cierto que la teoría de Marx constituye un núcleo duro que, con el paso del tiempo, hay que ir adaptando – haciendo ejemplo del materialismo histórico y dialectico – a las situaciones que la realidad en cada momento nos plantea. Sin embargo, parece digno de regocijo para un marxista como yo, el hecho de que cada día un profesor universitario intente “acabar” con la teoría marxiana de la economía, y que cada día fracase en su intento.
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