Hagan caso a un tipo que les diga eso y en menos de un nanosegundo y sin pestañear, ustedes acaban de vender su vida. Bienvenidos sean al mundo de los esclavos. ¿Acaso no me creen? Bien dejen que me explique un poco.
Imaginen por un momento que van a una tienda a comprar un televisor. Amablemente un asalariado cumpliendo las órdenes de su jefe (¡porque el también compró a plazos, no se crean!) les atenderá y ante su escasez de monetario, debido a su escasez de salario, les dirá que no importa: ¡siempre pueden pagarlo a plazos!
A ustedes les acaba de salir un dolor de cabeza, pequeño, pero un dolor de cabeza. Cada mes deben reunir ese dinero (acuérdense de que su salario no daba para comprar el televisor de golpe por lo que se intuye no es muy elevado). Sin embargo, con esfuerzo, y ahorrando de ciertos sitios logran pagar su televisor. La felicidad recorre la casa en la que viven: la de su banquero. Él, al igual que el amable asalariado de la tienda de televisores, también les dijo que podían pagar a plazos una casa. Sin embargo les ocultó que mientras pagan la casa no será de ustedes, sino del banquero. Un detalle sin importancia, pero es un detalle que los obliga a ustedes a trabajar tanto como para vivir, pagar una casa y pagar unos intereses por esa casa para evitar que un señor que no tiene interés ninguno en esa casa – el banquero – se la quede.
Su jefe, consciente de las penurias que pasa para llegar a fin de mes le hace una amable oferta: trabaja más y así cobraras algo más – nótese que se trabajara MÁS y se cobrara tan solo ALGO MÁS, sino el negocio no es rentable para su jefe –. Y ustedes se acaban de convertir en esclavos (ya lo eran antes, pero no eran conscientes de ello aunque su jefe, a través de las plusvalías, sí que lo era). Tienen una casa que no es suya hasta dentro de cuarenta años, trabajan por menos dinero del que les corresponde para pagar esa casa que no es suya hasta dentro de cuarenta años y, además, van a tener que obedecer todas las ordenes que su jefe les de porque sino esa casa que no es suya hasta dentro de cuarenta años acabara no siendo suya nunca. Triste panorama, ¿verdad?
Y eso solo es la punta del iceberg. Desde un punto de vista social no solo son ustedes esclavos, sino que además imponen las condiciones de esclavismo a los demás trabajadores indirectamente. Si ustedes tienen que obedecer a su jefe siempre para evitar no perder su casa, eso quiere decir que el resto de trabajadores tendrán que obedecer siempre a su jefe porque sino serán despedidos por no ser tan mansos y buenos como ustedes. Ustedes le acaban de joder la vida al conjunto de los trabajadores al reducirse para si sus propios derechos laborales y sociales.
¡Menudo negocio redondo esto de los plazos! ¿A nadie se le ocurre que todo esto ya estaba pensado para, a través de los errores de los propios trabajadores – hipotecarse, no denunciar los altos precios e intereses, subordinarse –, reducir los derechos sociales y aumentar la explotación laboral?
Sigan pidiendo hipotecas y viviendo del crédito, ¿Qué malo hay en ello?
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