Con este nombre tan rimbombante llamo yo a lo que siempre se me pasa por la cabeza al leer un titular de prensa, de radio o de los informativos. La Teoría del Parche. Es una cosa seguramente ya muy desarrollada por muchos teóricos, o quizá no. Para ilustrarles un poco sobre la profundidad de la Teoría del Parche hay que situarse primero en la analogía pertinente, en el caso de esta teoría, en un edificio. Nuestro amado edificio es, por ejemplo, la falta de liquidez en el sistema financiero. También podría ser, hablando de un tema anteriormente tratado por mi en este blog, el problema de la crisis alimentaria. Bien, una vez tenemos la base podemos comenzar a desarrollar la teoría.
Viene a decir esta teoría que, a la larga, siempre es mejor una mudanza que un apaño. Es decir, podemos inyectar liquidez al sistema y fundirnos unos 50000 millones de euros (en pesetas el numero asusta), o simplemente sustituir el sistema financiero por otro que no provoque contradicciones. El problema es el coste de esto. Siguiendo con la analogía, reparar unas humedades en casa puede provocar que el fontanero nos fastidie aproximadamente una semana, sin embargo, si decidiésemos comprarnos otra casa tendríamos que invertir meses en buscar una casa que cumpla todos los requisitos que deseamos (lógicamente, superiores a nuestra actual vivienda), empaquetar las cosas, buscar un comprador para nuestra actual vivienda, la mudanza y la consiguiente adaptación al nuevo entorno. Eso es, a todas luces, mucho mas costoso que un poco de cemento y regular la llave del agua.
El problema surge, y de ahí la preferencia en el largo plazo a una mudanza (a un cambio de sistema) en que las chapuzas, generalmente, tienden a agravarse con el paso del tiempo, y lo que era una humedad a acabado por comerse las tuberías y hace que chisporroteen los cables de la luz provocando cierta inseguridad a los habitantes de nuestro edificio. Nos encontramos, entonces, con un problema aun mas grave que implica que la demora de la reparación sea mayor. Porque ya no solo se nos ha jodido lo que un fontanero podía arreglar en una semana, sino que, además, es necesaria ahora la colaboración de un electricista (que podría, perfectamente, ser el problema del paro, e incluso del medioambiente si se sigue produciendo de esta forma tan salvaje). Lógicamente, una vez subsanado el problema, nos damos cuenta que las humedades han afectado al edificio, a sus cimientos, y que o bien echamos la casa abajo y empezamos de nuevo o bien nos tendremos que mudar.
Eso sucede, y así nos lo demuestra la historia, con este sistema capitalista. Donde se incentiva la competitividad entre iguales y lleva a consecuencias ciertamente desastrosas si no se las analiza y corrige de una forma eficaz. El problema de la mala educación, por ejemplo, no es mas que una ampliación sociológica del capitalismo (una rotura mas de nuestro edificio que hay que reparar). Es decir, la falta de atención paterna por las necesidades que impone el capital (pagar una hipoteca, una vivienda, la mantención de esta...). Estas cosas que antes eran mas o menos llevables por unos cuantos, quizá el 60 o 65 por ciento de la población, se ha hecho extensiva y exigible a toda la sociedad. Aquel que no puede estrenar coche cada cinco años tiende a perder una autoestima que el sistema le ha hecho creer que en algún momento podría tener. Todos queremos una casa mejor, un coche mejor y una televisión mejor, pero esta trampa del sistema hace que nos olvidemos de la contrapartida, descuidado paternofilial, colaboración indirecta en el aumento constante de producción inútil que infla los precios provocando el sobreendeudamiento familiar (eso en el primer mundo, si miramos hacia abajo mejor ni hablar de las consecuencias que el consumo agresivo de los privilegiados provoca en el tercer mundo)... Todo ello son ramas de las trampas del sistema. El sobreconsumo lleva, irremediablemente, a una crisis como la que tenemos. Volviendo a nuestro edificio, si sobrecargamos las tomas de luz muy probablemente la casa salte por los aires.
Es fundamental plantearse, y desde aquí invito a todo aquel que lea esto a que se lo plantee, si realmente nuestra pretensión debe ser la de vivir con la certeza de que nuestra casa caerá e ir prolongando su muerte con estúpidas y costosas reformas, o nuestro animo debe ser el de buscar una casa donde todos poder vivir sin la preocupación de que el edificio se vaya a derrumbar. Yo lo tengo claro, nada tengo y nada perderé huyendo de este podrido edificio.
Desde Siberia con honor.
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