No, no se confundan. La TIA no es Esperanza Aguirre -aunque ya le gustaría-, sino que me refiero en este caso a esa organización presuntamente orquestada por el señor Granados que se encarga, como si de un cómic se tratase, de hacer seguimientos y espionaje político a miembros, incluso, de su propio partido. El chiste, lógicamente, no queda ahí. Digamos mas bien que se refiere todo esto a la lucha, reconocida de forma mas o menos directa, entre los dos gallos del mismo corral: Nuestra Esperancita del Alma y el yerno perfecto que todo sociata nacionalista querria tener, Alberto Ruiz-Gallardón.
Todo esto surgió al hilo de una denuncia mas o menos velada del periódico El Pais. A partir de ahí se han ido sucediendo numerosas declaraciones, tanto de un lado como del otro, negando el caso e iniciando procesos judiciales con el objeto de esclarecer y, a la par, con el objeto de culpar.
Que se inicien o no estos procesos y que lleguen a termino es, sin duda, positivo. Pero el hecho de que sea necesario abir un proceso judicial y diligencias investigadoras para observar la existencia o no de un cuerpo parapolicial y espía, financiado con dinero publico y que responde a intereses personales y privados que, además, son peces gordos de la política madrileña y nacional, deja muy mucho que desear de esta pseudodemocracia que tan orgullosos nos hace estar y de la cual presumimos ante países como Venezuela a los que les negamos la condición de demócrata -y la verdad es que no se muy bien por qué-.
Resumiendo, la democracia de cómic -véase, España-, tiene policías de comic, listas negras de cómic, espías de cómic y problemas de cómic. Si tanto tiempo tienen los políticos para leer cómics, es que algo no se esta haciendo bien.
Mientras tanto, sigan leyendo cómic: esa realidad es mejor que la nuestra.
Desde Siberia con honor.
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